poemas

Gafas de sol

A menudo, cuando simplificamos el mundo para vivirlo mejor, perdemos los matices y ganamos en categorización. Podemos estar en una situación u otra, pero esta o siempre sigue siendo exclusiva.

Cuando aprehendemos el mundo desde cierta profundidad, nos damos cuenta de que algunas cosas pueden no encontrar su categoría perfecta; de lo contrario, perderían su significado; perderían su valor, sus matices.

Obviamente, esto puede ser confuso; ¿Quién quiere conducir por una carretera para la que no hay un mapa preciso? ¿Quién quiere participar en un laberinto cuya configuración cambia cada minuto?

Algunas personas piensan que solo puedes salir de una ciudad dejando tus recuerdos allí.

Sabía que no lo era, pero no sabía cómo expresarlo.

Siempre llevo todo conmigo.

Te dejé.

Esto significa que cerré el puente levadizo de mi corazón, justo después de que tu sombra hubiera sido recibida allí, como el último recuerdo del pasado y la escasa esperanza del futuro.

Me gusta mucho esta sombra.

Fue difícil para mí convocar al hombre que lo acompañaba para terminar su estadía en el palacio y continuar su viaje, mientras yo seguía el mío; porque los dos estaban demasiado separados para tratar de acercarlos.

Y Dios sabe lo pesado que puede ser el castillo de un corazón para seguir los caminos.

El hombre accedió a irse; pero creo que no vio que su sombra permanecía conmigo.

No sé si la mía es parte de su estela.

¿O tal vez solo una parte?

Se necesitó mucha fuerza para cerrar el puente levadizo, y no es una puerta frágil de la que estoy hablando, como probablemente lo fue al comienzo de mi vida. Con el tiempo, y las visitas en el camino, aprendí a solidificar las paredes, a detectar a aquellos que no podían salir de su propio castillo y que se comunicaban solo a través de ventanas teñidas de naranja: el misterio crea las pasiones más salvajes y la distancia de los corazones, una brecha que se entromete donde uno cae cada vez que uno intenta acercarse al otro. O que creemos que lo estamos intentando

No estoy familiarizado con la jaula de oro en la que vive el hombre que conocí, pero sí sé que hubo momentos en que todas nuestras paredes se habían ido, por una mirada, un toque, un simple beso sin ninguna otra embriaguez que la de las nubes. Por eso su sombra permaneció en mi palacio, el último testigo de nuestra última historia.

noviembre 16, 2014

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