pensamientos

el ejercicio del cordon rojo

Me he preguntado durante varios años sobre el funcionamiento de las relaciones humanas. ¿Qué hace que sea más fácil encariñarse con algunas personas que con otras? ¿Por qué tendemos a aislarnos cuando estamos tristes? ¿Qué significa “amor”? ¿Qué significa “odio”? ¿Por qué tenemos miedo de hablar de nuestros sentimientos? ¿Por qué tenemos miedo de ayudar? O pedir ayuda?

En otras palabras, si las relaciones humanas pudieran modelarse como tantos hilos que nos conectan entre nosotros, ¿cómo actuarían estos hilos? ¿Bajo qué leyes?

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El mismo río de vida que corre por mis venas día y noche recorre el mundo.

– Rabindranath Tagore, poeta

Recibí un libro por Navidad (cuyo título me atrajo muy poco a primera vista; francamente, ¿quién tuvo la idea de poner “esperanza” y “movimiento” en el mismo título?), esperanza en movimiento, de Joanna Marcy y Chris Johnstone. Como no tenía nada más que leer en papel, me resigné a llevármelo y leerlo en el autobús. Quedé, al final, gratamente sorprendido por los conceptos evocados, especialmente el “yo conectado”, y las metáforas utilizadas.

¿Qué inspira a las personas a involucrarse en proyectos o activismo, cuando estas actividades no les reportan ningún beneficio personal inmediato? En el corazón de nuestra conciencia hay un manantial de benevolencia y compasión; este aspecto de nosotros mismos, lo que podríamos llamar nuestro “yo conectado”, puede nutrirse y desarrollarse. Podemos profundizar nuestro sentido de pertenencia al mundo. Así como los árboles extienden sus raíces, nuestro sentido de conexión puede desarrollarse; por lo tanto, nos permite sacar de una fuente más profunda para encontrar la fuerza: el coraje y la sabiduría. (pág. 60)

El autor indica que todos los seres vivos están interconectados. Cerca o lejos de nosotros, animales o humanos, todos somos parte de un ecosistema autorregulador y por lo tanto conectado. Lo que afecta a los demás, también debería afectarnos a nosotros. Estamos hablando aquí de un yo superior, el yo conectado; podemos llamarlo el espíritu, la conciencia, el alma también. Al menos, así ha sido desde el principio de los tiempos, cuando vivíamos en comunidad, dependientes unos de otros, hasta nuestra época moderna con el auge del individualismo.

Ahora imagine que todas estas “conexiones” de cada ser humano están conectadas por un cordón rojo. Un cordón rojo muy largo pero único, que pasa a través de cada uno de nosotros.

El autor (y mi interpretación, porque no puedo encontrar el pasaje exacto de lo que sigue) ofrece un ejercicio de visualización simple:

Inhalar.

Mientras inhalas, imagina que el cordón rojo entra por tu boca, transportado naturalmente por el oxígeno.

Al entrar en tu cuerpo, conecta y envuelve todos tus órganos, tus pulmones, tu corazón, tus piernas, tu hígado, tus riñones, tu cerebro…

Ahora el cordón rojo está conectado a todo tu ser. Así como está conectado con todos los demás seres humanos, lo sepas o no.

El cordón rojo no discrimina a nadie. Todos somos iguales para él.

Ensuite, expirez.

Mientras exhala, imagine que su mente se desenrolla en el cable y se extiende a lo largo de toda su longitud.

Al hacerlo, se encuentra con otros espíritus atados a la cuerda y puede comprenderlos.

Es gracias a este mismo cordón rojo que llegamos a tener empatía por los demás, a crear conexiones y a mantenerlas.

Todo pasa por él.

 

Antes de hacer este ejercicio, me preocupaba una persona a la que sentía ignorada pero a la que dedicaba muchos de mis pensamientos. Me preguntaba si estábamos realmente conectados. Cuando leí este ejercicio y lo hice, me sentí más tranquilo. Sentí que no necesitaba darle toda mi energía, pensamientos o preguntas a esa persona (como suelo hacer habitualmente). El caso es que gracias al cable estábamos conectados, y eso es todo lo que importaba. Así como estaba conectado con todos los demás seres humanos en este planeta y otros seres vivos. Soy parte de un todo.

Tenía miedo de separarme de esta persona, pero era imposible. Incluso si ella se fuera un día, el cordón todavía nos ataría. Esta simple idea, este simple sentimiento, me permitió dejar de sentirme solo y ser parte de algo mucho más grande que yo y mis preocupaciones.

Nunca estás solo. Tómese cinco breves minutos y haga el ejercicio del cordón anterior para sentirlo.

Si alguien se aleja de ti, recuerda que el cordón también te conecta con el resto del mundo. Siempre podrás encontrar a alguien con quien sentirte conectado. Solo muévase un poco más abajo del cable, tal vez. En el mundo físico, esto puede traducirse en tratar de conocer gente nueva, tratando de ir en direcciones o lugares en los que nunca has estado.

El cable es largo, muy largo… 🙂

 

¿Esta metáfora también te habla a ti?

 

26 de enero de 2020

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